jueves, 18 de octubre de 2007

No hay mejor sabor que los olores.

¿Quien no, cuando niño, se tapo la nariz para ingerir un medicamento agrio o de un desagradable sabor? , ¿Qué catador no percibió la fragancia de un vino para degustarlo mejor?, ¿Quién cuando estuvo resfriado y con las narices tapadas pudo gozar de una rica comida? No hay relación mas intima que la que existe entre el aroma y la degustación.
Sin el aroma de lo degustado, se hace imposible probar o sentir en toda su intensidad el sabor. El gusto y el olfato son un solo sentido en donde la boca es el laboratorio y la nariz es la chimenea y se complementan para darnos en toda su plenitud sabores desconocidos y exóticos, en donde la lengua a pesar de captar los 4 sabores clásicos, no puede hace el trabajo entero ya que el olfato percibe sus gases y llegan directamente al cerebro por las vellosidades nerviosas que se encuentran en la cresta galli del hueso etmoides de la base craneana según el anatomista Ingles Frank H. Netter.
Jean Anthelme Brillat-Savarin, en su maravilloso libro “Physiologie du Goût or Méditation de Gastronomie Trascendante” (La Fisiología del Gusto o Meditacion sobre Gastronomía Trascendental), fue el primero que puso en la mesa la relacion gusto y olfato y lo planteo en el libro recién mencionado.
En conclusión, cuando se habla de “degustación,” vale bien la pena afirmar, siguiendo a Brillat-Savarin una vez más, que el sentido del gusto sirve para percibir el sabor de los cuerpos y el del olfato para apreciar sus gases.

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